Pago Luego Tengo Razón, El Racionalismo Mercantilista

Credits%3A+Public+Domain

Credits: Public Domain

Últimamente, he tenido disputas sobre la accesibilidad de la educación pública y la legitimidad de la educación privada. Este es un debate central que todavía provoca mucha polémica entre las diferentes facciones ideológicas y da lugar a un desconforto económico de algunas, principalmente de las clases sociales superiores.

Negar que todavía existe una desigualdad en el nivel de educación que se imparte en colegios públicos y privados, negar que existe un elitismo incluso en facultades públicas es negar una realidad que afecta a la población de un gran número de países. En Brasil, por ejemplo, los alumnos de escuelas públicas que consiguen entrar en facultades de prestigio como la USP, son todavía una minoría. Un artículo publicado por Lucas Tomazelli en 2013 en el Jornal do Campus da USP confirma este hecho. Sólo un 28.5% de estudiantes de la red pública consiguieron entrar en la USP en ese año. En España, el informe Pisa del año pasado mostraba cómo los alumnos de colegios privados conseguían una puntuación 39 puntos superior en matemáticas que aquellos de colegios públicos.

Estas diferencias son alarmantes y muestran una falta de recursos y de inversión en la educación pública. Desgraciadamente, esto contribuye a crear una mayor brecha social, e impide una mezcla y un movimiento de clases, por lo que los grupos más desfavorecidos tienen una gran limitación a la hora de alcanzar los mismos objetivos que aquellos más privilegiados. Políticos más liberales como Bernie Sanders en Estados Unidos son conscientes de este problema, y están intentando proponer sistemas alternativos de educación similares a los nórdicos.

De hecho, los países nórdicos han demostrado un gran resultado a través de sistemas liberales y socialdemócratas más inclusivos. Esto muestra que existe una correlación entre una disminución en la brecha social y educativa, y un mayor resultado académico general. Finlandia obtuvo el año pasado el segundo mejor resultado en el Informe Pisa, y curiosamente, el 94% de sus centros educativos son públicos. Los números confirman los hechos, pero todavía existe una gran aflicción y oposición a este tipo de modelos.

Por supuesto, en una sociedad democrática debería existir una libertad de elección y un mercado libre moderado, eso sí, responsable y socialmente consciente, donde el poder adquisitivo individual no dictaminase los derechos humanos.

— Marina Cortes Calle

En centros privados, por ejemplo, la autoridad de los profesores se ve en muchos casos reprimida por las demandas de los alumnos. La amenaza salarial o incluso del despido es real. Pero la regla de aquello que yo llamo racionalismo mercantilista está presente en muchos otros sectores.

Recientemente, un empresario norteamericano, dueño de Turing Pharmaceuticals, Martin Shkreli compró la patente de Daraprim, un fármaco contra el sida, aumentando el precio original en un 5000%. Algo indignante, que le ha hecho recibir una lluvia de críticas. Pero el problema principal no es el individuo en cuestión sino el sistema que permite un monopolio privado de un medicamento en vez de la nacionalización del producto.

Estos y muchos otros ejemplos nos deberían hacer reflexionar para revisar el modelo actual y optar por un mercado libre, pero socialmente responsable, donde los servicios básicos no estén controlados por un monopolio privado, y en el cual podamos omitir el término racionalismo mercantilista.