Fidel

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Credits: ppmsc 03256

Al escribir un artículo como este, mi opinión es inevitablemente incorrecta. Los antecedentes de Fidel Castro, junto a su eje sociopolítico, resisten toda evaluación superflua, ya que frente a cualquier interpretación no escapa del ámbito sombrío precisamente el argumento contrincante. Por eso, supongo que este artículo está mucho más basado en mi posición individual (que de por sí es sumamente lejana por mi falta de experiencia y asesoría académica al respecto) al analizar los hechos en una balanza factual, culminando en un argumento temperado. Sin embargo, al escribir esto usé mi juicio en cada palabra, cogitando sobre todas mis contradicciones ideológicas antes de continuar.

Después de 57 años siendo uno de los símbolos predominantes en el comunismo latinoamericano, Fidel Castro ha muerto. Su muerte, en realidad, no perjudica mucho a nadie. Cuba, por su parte, fue gradualmente reduciendo su papel en la política desde el final de la década del 2000. En términos del comunismo como movimiento, Fidel no es el primer líder comunista en morir, y nuevos comandantes como Kim Jong Un en Corea del Norte tienen el potencial de capitanear la lucha en el futuro próximo. Por esto, la muerte de Fidel Castro nos brinda más un momento de reflexión y prudencia que de concepción y especulación. Habiendo dicho esto, evaluar la vida de un hombre con una huella claramente polarizada es difícil.

Fidel Castro nació en 1926, en el pueblo de Birán en Cuba. Si bien Castro era dotado desde joven, su auge intelectual fue interrumpido por la rebeldía. Al estar en un colegio sumamente conservador en una era de dureza económica nacional, es comprensible que se haya sentido impotente frente a compromisos morales o dogmáticos que parecían irrelevantes en aquel momento. Esta disciplina social denunciadora, que patrocinaba y amparaba “lo correcto”, fue lo que le permitió a Castro rivalizar al en aquel entonces general Fulgencio Batista. Esta convicción de luchar por lo que él sostenia como verdad fue lo que propulsó su batalla política.

Ya una vez comandante de la Revolución marxista en Cuba, Castro, según los periodistas Rory Caroll y Jonathan Watts, asumió un papel similar al de José Martí, quien luchó contra fuerzas españolas por la independencia cubana. Esto no significa una fisura en alineamiento ideológico, pero sí altera la justificación. Castro, en mi opinión, luchaba por una retomada nacional de un lugar que había llegado a llamarse el “Burdel del Caribe”. Fue aquí donde paró de beneficiar a Cuba, Castro. Absorbió la identidad cubana en su carisma, y se precipitó a utilizar cualquier método mientras lograra concretar esa transición a “algo mejor”.

En términos sistemáticos, Castro se apoyó fuertemente en el modelo soviético, que carecía de un método que generara suficiente producción, lo que llevaría a futuras concesiones peligrosas para el comunismo. Castro también adoptó una política de represión estricta en la prensa, el arte e inclusive en la expresión del ciudadano privado (que paró de existir). Se esperaba que todos estuvieran comprometidos incondicionalmente en la lucha contra los enemigos capitalistas. Castro también enardeció la guerra fría durante la crisis nuclear cubana, que pudo haber sido prevenida de no haber tenido tanto énfasis en lo militar.

Castro logró implementar educación y seguro medico general, a un costo extremadamente alto en la infraestructura nacional. Todo esto sin mencionar el PIB de Cuba que perdió 35% de su volumen al mismo tiempo que perdía el 80% de sus socios comerciales. Cuba, no obstante, reivindicó su “esencia perdida” a manos del comunismo, esa esencia ahora ilustrada en los chasis de reliquias automotrices que han sido renovadas innumerables veces en ausencia de nuevos carros.

La reflexión auténtica previene con perspicacia a la codicia ideológica, pues meditar nos facilita asimilar más interpretaciones que la propia.

— Joel

La vida de Fidel Castro no puede ser resumida. Sin embargo, pienso que si podemos aprender algo de él es la importancia de la reflexión. La reflexión auténtica previene con perspicacia a la codicia ideológica, pues meditar nos facilita asimilar más interpretaciones que la propia. Fidel, a los 90 años, vestido regularmente en marcas como Adidas, se olvidó de eso, y el Fidel de 33 años ni se percató. Si Fidel hubiera entendido la importancia de la reflexión, tal vez Cuba sería diferente.